La historia Mykola Volkozub piloto de helicóptero en Chernobyl.
A 33 años del accidente nuclear más grande de la historia, uno de los valientes pilotos de helicóptero que sobrevolaron el reactor 4 de la central nuclear Vladímir Ilich Lenin regresó a Chernobyl y contó qué sintió al tener que arriesgar su vida para evitar un desastre de mayores proporciones.
Tras la explosión en la planta de energía atómica el 26 de abril de 1986, Mykola Volkozub realizó tres vuelos separados sobre la nube de humo radiactivo con el objetivo de medir la temperatura y la composición de los gases en el interior del reactor.
En una entrevista concedida a la agencia Reuters, el ucraniano de 87 años aseguró que aún puede recordar el terror que sintió en aquel entonces.
“Algunas personas pueden decir que no estaban asustadas, pero lo cierto es que todos teníamos miedo. Lo que sucede es que hay gente que lo percibe de maneras diferentes. A algunos el miedo los congela, a otros, los impulsa. Yo tuve que hacerlo (volar sobre el reactor), pero sabía que era peligroso”, afirmó.
Para preservar su salud durante sus misiones, Volkozub llevó puesto un pesado chaleco de plomo. En sus tres vuelos, que duraron un total de 19 minutos y 40 segundos, estuvo expuesto a una dosis tan alta de radiación que algunos de los dosímetros con los que intentó medirla se volvieron completamente locos.
En este sentido, el helicóptero MI-8, que también había sido equipado especialmente con placas de plomo para disminuir el ingreso de la radiación, tuvo que ser abandonado en un cementerio para equipos irradiados tras haber sido utilizado solamente en esas tres ocasiones.
Volkozub fue nombrado «Héroe de Ucrania» por su valentía. Dijo que debió tener en cuenta todos los detalles para asegurarse de que las misiones tuvieran éxito.
«Me había estado preparando. Fue un proceso muy profundo. Hice todos los cálculos relativos al helicóptero, su peso, trayectoria, etc. Incluso las interacciones entre los miembros de la tripulación también estuvieron muy bien planificadas», aseguró.
Pero a pesar de la preparación previa, el piloto admite haber tenido algo de suerte. Es que, en situaciones similares, algunos de sus colegas contrajeron graves enfermedades producto de la exposición prolongada a la radiación. Tal fue el caso de Andrei Mizko, que con solo 26 años fue seleccionado para arrojar toneladas de plomo sobre el reactor ardiente con la intención de contener la nube de humo radiactiva. Años más tarde, experimentaría problemas de visión, convulsiones y una condición cardíaca seria.
En su regreso a Chernobyl luego de tres décadas, Volkozub afirmó que el reactor está irreconocible. «No tiene nada en común con cómo era en el pasado. Estaba devastado, totalmente destruido», recordó, y agregó: «Había una tubería que sobresalía en las alturas y otras partes del reactor simplemente habían quedado colgando».
Hoy, el reactor 4 se encuentra cubierto por dos sarcófagos diseñados para contener la fuga de radiación de la planta. Mientras tanto, la ciudad vecina de Pripyat, donde el piloto aterrizó con su helicóptero entre misión y misión, yace completamente abandonada.
Fuente: tn.com.ar
Creditos a los autores de las fotografias.